
Y así es precisamente la forma en que el director Joe Wright nos lleva por la sociedad de la Rusia Imperial de Moscú y San Petersburgo: danzando entre la historia de los personajes cuyas pasiones se entretejen con la triste historia de Anna.
Dejando de lado al reparto -que desde mi punto de vista fue excelente-, sentí que supieron traducir la historia de Leo Tolstoy en un poema visual, convirtiendo la humanidad de sus personajes en la delgada línea que los mantiene unidos entre sí.
Nos muestra a Anna, la esposa, la madre, la adúltera. Descendemos junto a la mujer enamorada por la espiral de su autodestrucción. Nos muestran a un Vronsky desesperado por no saber cómo salvar a la mujer amada. A un Karenin que pierde a su esposa, a quien no sabía que amaba hasta la traición de ésta. Celoso, se debate entre la mezquindad y la grandeza. Y todo esto a través de una deliciosa y dolorosa poesía visual.
Si hay algo que me hubiera gustado que tuviera más fondo, fueron las historias de Dolly y Liévin. No se alcanza a comprender el dolor y la impotencia de éste con respecto a su hermano, ni el alcance del crecimiento emocional de Kity que finalmente la lleva a aceptar su amor por Liévin.
Desde mi punto de vista, el verdadero personaje principal en el libro de Tolstoy es Liévin. Incluso tengo la sospecha de que este personaje está basado en el propio Lev Tolstoy -empezando por la similitud del nombre propio convertido en apellido-. Lo poco que sé de la biografía de Tolstoy, es que era un aristócrata que vivía en el campo y gustaba de filosofar y escribir. Tal como Liévin. Buena parte del libro de Anna Karenina es un paseo por el pensamiento de Liévin y cómo al final, a través de su hijo, su esposa y su trabajo, llega a obtener iluminación y paz.
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