lunes, 13 de septiembre de 2010

Lo más difícil de la soledad, es que tienes que estar contigo mismo...

Y la mente se da rienda suelta,  imaginando mil locuras, pensando y volviendo a pensar en comprarme la sala, la tele de plasma y el diván para tener la casa de mis sueños; mientras recuerdo que me urge comprarme un coche antes que tener una super sala para reuniones con el montón de amigos que no tengo, para jugar videojuegos. Y de ahí salto a pensar que debería de irme dos meses de pata de perro a Europa, llegando a Madrid -mira, ¡no está caro el boleto!- y de ahí en tren por Francia, Inglaterra, Irlanda, Alemania, Holanda y hasta Rusia de ser posible.

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De golpe y porrazo, me devuelven a la realidad cotidiana y se esfuma en el aire la sala minimalista hi-tech con todo y mi cuerpazo de diva vestida a la última moda -ya bien lo decía Germán Dehesa, el harapo es mi mandato genético- y estoy de vuelta en mi sala real, la que tiene un viejo colchón a modo de sillón, mil cajas de cosas que no he tirado y un comedor para 4 que me queda grande y sirve más para tener la bolsa, las llaves y la correspondencia, que para comer. Los gatos me miran desde la comodidad de las sillas donde están apoltronados. Soy un cliché.







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