martes, 13 de noviembre de 2012

Otro año. Otro corazón roto.

Y este no me lo esperaba.

Este año fue hermoso, diferente. Este año me sentí amada como nunca lo había sido. Me sentí admirada, plena, floreciendo.  Sentía que no había altura que no pudiera alcanzar ni cumbre que no pudiera conquistar. Nunca me había sentido tan integrada en un grupo de almas afines.

Y de repente, en menos de una semana, todo se vino abajo.

Quitaron de mis pies la escalera que me sostenía.

Me siento suspendida al borde del foso, ese foso del que tanto me costó salir hace un año. Lo veo allá abajo de mí, y no quiero caer. Pendo de una cuerda, y sólo me queda agarrarme con fuerza a ella y subir, o soltarla y dejarme caer.

No sé cómo ni en qué momento pasó esto.

No sé qué hice mal. Y al mismo tiempo, me digo que no hice nada mal. Simplemente fue así, y ya.

¿Perdón? Ya lo tienes.

Duele. Mucho.

Pero sé que pasará.

¿Qué quiero decirle al mundo? Nada.
¿Qué quiero decirme a mí misma? Soy fuerte, soy única y no soy para cualquiera. No dejaré de crecer, ni de florecer, ni de ser felíz, ni de amar y entregarme completamente.