Todavía recuerdo con claridad la ocasión en que fui en un paseo escolar a visitar la Cámara de Senadores. Cursaba primero de secundaria y el paseo fue organizado por la maestra de Civismo -cinismo, le decía yo.- Entramos al Salón de Sesiones y nos sentaron en las tribunas destinadas a los medios. Recuerdo la cámara vacía y a la maestra explicándonos las funciones y lo que ahí se llevaba a cabo. Posteriormente nos subieron al piso superior a desayunar pan dulce y chocolate en lo que entendí era un comedor -lujosísimo, con meseros en saco blanco impecable- para los Senadores -supongo que ahí sí se convertían en cenadores-.
He de admitir que no me interesé en el proyecto de la nueva sede hasta que empecé a leer en las noticias las críticas que estaban haciéndose a la obra; críticas que evidenciaban graves errores en cuanto a diseño, proyecto, y sobre todo el costo exorbitante que representó su construcción.
Si bien la mayoría de los comentarios son de carácter político, es cierto que muchos de los problemas señalados apuntan a una serie de consideraciones que reflejan las carencias y vicios que tenemos en el sector de la construcción -particularmente en lo que se refiere al proyecto y su ejecución-, y que parece extenderse a otras ramas del sector de servicios como el Ing. Isidoro Treviño expone en su post -cualquier similitud con el área de la construcción, NO es coincidencia-. Es en estos últimos en los que deseo concentrarme para este artículo.
Algunos datos técnicos
El anteproyecto elegido ganador fue el de los arquitectos Javier Muñoz Menéndez, Jorge Bolio Rojas, Aaron Carrillo Díaz y Juan Carlos Seijo Encalada, por un importe de $27.6 MDP más IVA.
Está resuelto en 3 cuerpos: el Pleno que alberga principalmente al Salón de Sesiones, con una altura de 28 metros; el Hemiciclo que alberga las oficinas de los Senadores en 7 niveles, la torre que alberga las oficinas de Comisiones en 16 niveles. Adicionalmente se cuenta con cuatro sótanos utilizados para estacionamientos. La superficie construida es de 74,865.88 m2.
Esta es casi la totalidad de la información que pude reunir sobre el programa arquitectónico. Sin embargo, sobre la ingeniería estructural, según la misma página del senado, hay muchas cosas interesantes. Primero, se indica que la subestructura del edificio -realizada a través de un sistema mixto de pilas, muros milán y losa de cimentación- alcanza una profundidad de 51 m, es decir, hasta la segunda capa dura del terreno bajo la ciudad. La mayoría de los edificios en el DF alcanzan una profundidad de 33m -profundidad a la que está la primera capa dura-. Para los no entendidos en sistemas constructivos, esta forma de cimentación evita que el edificio se hunda con la ciudad. A medida que el nivel de aguas freáticas descienda, va a ir dejando al edificio a un nivel más alto que el resto de las calles, banquetas y vialidades. Esto aparentemente se resolvió dejando prolongaciones subterráneas de escaleras y rampas que irán “emergiendo” a medida que el nivel de la ciudad descienda durante los próximos 50 años.
También se indican otros avances técnicos en cuanto a los muros de cimentación (muros milán), reciclamiento de lodos bentoníticos, la técnica de excavación utilizada -al parecer única en el mundo-, el increíble espesor de la losa de cimentación -2 metros de espesor total- y muchas otras innovaciones en el montaje de la estructura. Como ejemplo digno de mencionar, se indica que la superestructura -el cuerpo del edificio- se levantó al mismo tiempo que la excavación de los sótanos.
Todo esto no es realmente algo que me sorprenda. La ingeniería estructural en nuestro país -por no mencionar la ingeniería en general- no le pide nada a los ingenieros de países más avanzados. El problema es que, cuando no se trata de estructuras que en sí mismas son su propia finalidad -puentes, presas, torres-; ésta termina oculta por el diseño arquitectónico. Dicho de otro modo, el usuario final nunca se dará cuenta de la magnífica estructura que un edificio pueda tener -excepto, claro, en caso de un sismo-.
Las deficiencias del proyecto -dejando de lado el aspecto económico y político unos momentos- se encuentran en el programa arquitectónico, el manual del proyecto -concepto que no se utiliza en la construcción en México- y en la ejecución del mismo.
Breve Reseña del Escándalo.
La construcción del recinto es la conclusión de una intención que tiene su origen desde tiempos del porfiriato. El actual Monumento a la Revolución es el antecesor directo de la construcción que hoy se encuentra casi en el cruce de Reforma e Insurgentes, y cuya intención original era la de albergar tanto las cámaras de Senadores como la de Diputados en un Palacio Legislativo al estilo del de Washington, en Estados Unidos. El Monumento a la Revolución, paradójicamente, hubiera sido la cereza en el pastel del Porfiriato.
Según la página del Senado, el contrato de obra fue por precios unitarios y tiempo determinado. Esto quiere decir que los precios pueden variar de acuerdo al comportamiento de la economía -si sube el acero, el concreto, la mano de obra- se refleja directamente en el precio; y el resto quiere decir que la obra DEBE terminarse en una fecha establecida por el cliente -el Senado-. Si esto último no se cumple, la constructora incurrirá en penalizaciones por cada día que se pase de la fecha estipulada en el contrato de la obra. Este modelo de contrato es muy utilizado en obra privada -principalmente por grandes corporaciones- pero requiere de un proyecto PERFECTAMENTE definido. Requisito que, desde mi punto de vista, brilló por su ausencia.
De aquí es donde se desprende uno de los puntos principales de la polémica: el increíble sobrecosto de lo real vs. el presupuesto original. El resto se refiere al tiempo de ejecución de la obra -el retraso real no me queda claro, dependiendo del medio consultado varía entre 6 y 18 meses-; y los cambios y deficiencias del programa arquitectónico.
Según la información disponible, destacan los siguientes:
1.- Colapso del sistema de recolección pluvial, que provocó la inundación del Salón de Plenos y de los Organos de Gobierno
2.- Descompostura del sistema de Aire Acondicionado.
3.- Falta de servicios sanitarios en diversas áreas, y en las existentes no son suficientes.
4.- Fallas en el sistema de sonido, votación y pantallas del Salón de Plenos.
5.- Fallas en el sistema de Control automatizado de accesos -huellas dactilares y lectura de iris-
6.- Mala recepción de señal en celulares.
7.- Falta de instalación eléctrica y de datos en diversas áreas al momento de su inauguración.
8.- Falta de instalaciones y facilidades para personas con discapacidad, empezando por las rampas y servicios sanitarios suficientes, hasta la falta de señalética (y asumo que de facilidades técnicas) para personas con discapacidad visual y auditiva.
Los puntos 1, 2, 4,5 y 6 obedecen a problemas técnicos que se pueden presentar en cualquier momento, pero que no suelen verificarse antes de entregar la obra.
El punto 1 también puede incluirse, junto con el 3, como resultado de un deficiente programa arquitectónico, una nula supervisión y comunicación con el arquitecto del proyecto.
El punto 7 se debe a una mala planeación de la ejecución de la obra.
El punto 8 demuestra una falta de interés por realizar un buen proyecto arquitectónico.
Estos son todos los ejemplos que logré obtener de los periódicos y la información que los medios han dejado a mi alcance, por lo que utilizaré estos puntos para elaborar mis impresiones.
Los problemas en su origen
La gran mayoría de proyectos presentados a concurso tiene errores de base. La idea es que, una vez adjudicada la obra, el programa arquitectónico -y por consiguiente el proyecto- se amplíe, se defina al 200%, se modifique, se detalle. El programa arquitectónico es la lista de espacios que se necesitan de acuerdo a las funciones que se van a desempeñar en el edificio, y esas se detallan en conjunto con el cliente. Al ser muchos “clientes”, éstos crearon un comité para que representara los intereses de todos ellos. El coordinador de dicho comité fue el senador José González Morfín.
Un paréntesis. Si bien mi experiencia se limita a obra privada, la metodología debe -o debería- ser similar. El cliente es representado por algún profesional de la construcción con la experiencia necesaria y familiarizado con las necesidades del cliente. Al mismo tiempo, el representante del cliente puede ser apoyado por otra parte, la supervisión. La supervisión puede también desempeñarse como representante del cliente. La segunda parte, el Arquitecto, será el equipo de diseño encargado del proyecto. Ellos son -idealmente- los que realizaron el proyecto ganador y se encargan de mantenerlo actualizado mediante la retroalimentación constante del representante del cliente y de la constructora; que es la tercera parte involucrada. Esta es la parte más visible, pues es la que se encarga de ejecutar la construcción del proyecto.
Por lo tanto, el C. Senador González Morfín, como cabeza del comité formado para esta finalidad, es EL cliente. Idealmente el comité debió de recabar las necesidades de TODOS los usuarios finales del edificio, no solamente de los senadores, y transmitirlos a través del coordinador del Comité a la Supervisión y/o su representante, al Arquitecto y éstos a su vez a la constructora. Si esto no se hizo así -y es mi impresión de que no lo fue- tanto el Arquitecto como el Constructor no cuentan con la información necesaria para ejecutar el proyecto de acuerdo a necesidades reales. Huelga decir que la transmisión de dicha información se debió de dar en tiempo y forma para que los cambios al proyecto fueran realizados oportunamente. Y de acuerdo a las fechas y duración de la construcción, hubo más que tiempo necesario para considerarlos, plantearlos e integrarlos al mismo. Y aquí es donde entran al juego las formas de comunicación utilizadas en la industria en México: juntas largas en las que no se arregla nada, medios obsoletos de transmisión de la información (pasadera de archivos en discos compactos, usb, controles de cambios inexistentes, exceso de burocracia, elitismo cibernético -o sea, sólo dos personas, cuando mucho, saben usar el sistema de precios unitarios y control de obra, si es que existe) y un largo etcétera.
No es nada nuevo
Desde los inicios de mi experiencia profesional, me pude dar cuenta de la existencia de un analfabetismo cibernético en los puestos de mando de la industria. Todo lo relacionado al uso de la computadora como herramienta de trabajo era considerado como “talacha” o trabajo manual que realizan los empleados de más bajo nivel -dibujantes, asistentes-. A esto había que agregarle la falta de interés por contar con las herramientas tecnológicas básicas para la realización de las tareas -equipo de cómputo obsoleto, sin los programas necesarios, sin licencias, e incluso en algunos casos ni siquiera consideraban necesario la adquisición de equipos -y ni hablar de plotters, impresoras o copiadoras y escáners.- Además, las decisiones se realizan en comidas, cenas o reuniones en las que sólo el jefe estaba presente junto con el cliente y de ahí se transmitían las órdenes y cambios al resto del personal, sin tomar en cuenta sus opiniones, puntos de vista e incluso los avances y tiempos de entrega reales. Así, el jefe llega y dice “me tienes listo esto para ayer”. Y de ahí el empleado se tiene que quedar trabajando hasta altas horas de la noche para sacar un plano que irá plagado de errores ya que el jefe tampoco se toma la molestia de revisar -un empleado no puede revisarse a sí mismo, vamos-.
Estos vicios en la forma de trabajo están muy arraigados, no sólo en las empresas pequeñas y medianas, sino lamentablemente también en las grandes. En el caso de las empresas grandes, a pesar de tener más herramientas disponibles -sistemas de cómputo específicos, mucho personal- la brecha en la comunicación del equipo es aún más grande, por lo que muchas veces ni siquiera se puede saber quién tiene los últimos planos, si se realizaron o no cambios; e incluso me ha tocado que la constructora, al no estar en contacto directo con el arquitecto, ejecuta errores de diseño que la supervisión permite y solapa.
Y si a esto le agregamos los demás vicios comunes a muchas de las empresas en México: juntitis, horas nalga, excesiva burocracia, cuidar los centavos y derrochar los pesos, no preocuparse por las condiciones de trabajo de los empleados -llegué a estar sentada en una silla plegable de fiesta, con una jornada laboral de 12 horas- y un largo, larguísimo etcétera.
Experiencias desde el extranjero
En contrapunto, también tuve la oportunidad de trabajar en un proyecto que fue manejado al 100% por una constructora estadounidense. ¿Por dónde empezar a enumerar las diferencias abismales en la organización y forma de trabajo?
Primero que nada se detalló la jerarquía de las personas que estarían involucradas en el proyecto, tanto por parte de la supervisión o cliente -en este caso fue uno solo- como de la constructora y del Arquitecto o equipo de diseño; de tal manera que siempre supiera a quién acudirse en determinado momento y para determinada situación. En segundo lugar, se detallaron los canales de comunicación y se proporcionaron las herramientas necesarias -tanto tecnológicas como de capacitación- al personal involucrado para asegurarla. Tercero, la información del proyecto se mantuvo siempre al alcance de todos los involucrados, siendo actualizada de forma constante. Cuarto, se realizó un “Manual de Proyecto” con todas las especificaciones que los materiales debían cumplir -y por tanto los contratistas- para asegurarse que los cambios de materiales o sistemas constructivos determinados por la región o cambios en los costos, no afectaran la funcionalidad del proyecto final. Quinto, se identificaron desde el principio los elementos que requerían de un tiempo largo para su suministro, de tal manera que no detuvieran ni retrasaran la obra. Sexto, no hay “talacheros” ni elitismos tecnológicos. Los arquitectos son sus propios dibujantes -salvo raras excepciones-, el gerente de proyecto maneja su propio correo electrónico -y sabe usarlo-, los superintendentes hacen sus propios cambios en el sistema de cómputo, los coordinadores de diseño e ingenieros de proyecto saben manejar escáneres, copiadoras y plotters. Y así podría continuar ejemplificando un largo etcétera.
Como resultado de esta dinámica de trabajo, el resultado fue una obra concluida en tiempo récord, dentro del presupuesto original, y sin menoscabo de la calidad de los materiales y acabados suministrados.
Conclusiones a título personal
Una de las últimas noticias sobre el senado se refirió a la creación de un “manifestódromo” para alojar a los manifestantes que atraerá la nueva Sede del Senado. La ubicación privilegiada de la misma es, al mismo tiempo, su peor faceta, ya que al estar casi en el cruce de las dos avenidas más importantes de la ciudad (Reforma e Insurgentes) tiene el potencial de provocar unos caos vehiculares peores de los que ya sufren los capitalinos. ¿Más cosas que no se consideraron al hacer el programa arquitectónico? En fin.
Creo que como profesionistas tenemos las herramientas y los conocimientos para hacer mejor las cosas, pero no nos atrevemos a hacerlas porque “así es como se han venido haciendo”. Aún y cuando esto significaría una mejoría en tiempos de entrega, de presupuestos, del resultado final de la obra y hasta de nuestra calidad de vida -al organizarnos mejor, trabajar menos horas, agilizar procesos, por mencionar algunos-; los empresarios se rehúsan a invertir en sus propias empresas y los empleados a dar más de sí por la falta de apoyo y opciones de crecimiento. Como ocurrió en el caso de la nueva sede del Senado y como ocurre en tantas obras distintas del tamaño que sean, perdemos de vista que lo que cuenta al final es la calidad y el tiempo de la obra, y nos perdemos en los detalles, en los caprichos del cliente... y solamente queremos terminar a como dé lugar y como sea que quede. Creo que hay muchas formas de mejorar e innovar, y están en nosotros mismos. Es un buen lugar por dónde empezar.
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Fuentes consultadas
http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&buscado=1&id_nota=731009
http://www.eluniversal.com.mx/notas/763302.html
http://www.eluniversal.com.mx/planosdelcongreso/
http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&id_nota=735322
http://www.cnnexpansion.com/obras/2011/04/08/senado-nueva-sede-edificio
http://www.cnnexpansion.com/obras/2011/03/28/senado-construccion-gonzalez-de-leon
http://www.senado.gob.mx/
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Fuentes consultadas
http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&buscado=1&id_nota=731009
http://www.eluniversal.com.mx/notas/763302.html
http://www.eluniversal.com.mx/planosdelcongreso/
http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&id_nota=735322
http://www.cnnexpansion.com/obras/2011/04/08/senado-nueva-sede-edificio
http://www.cnnexpansion.com/obras/2011/03/28/senado-construccion-gonzalez-de-leon
http://www.senado.gob.mx/
2 comentarios:
Probablemente al igual que a ti, te impresionó el proyecto de inicio, incluso cuando un canal de al importancia de National Geographic dedicó un programa entero al edificio dentro de su serie "Fieras de la Ingeniería", me lleno de orgullo, para después y en muy poco tiempo darme cuenta de todos lo errores que se cometieron tanto en su construcción como en el proyecto. Felicidades Gina esta faceta no te la conocía.
difiero en los comentarios de Carlos, mi tocayo.
Las obras de ingeniería son muy complicadas y los costos pueden variar de la noche a la mañana. Fíjense que tanto costó contra el presupuesto el Airbus 380, o que tanto más ha costado reconstruir la Zona Cero de NY.
Pienso que las obras de ingeniería sí son para presumirse en NatGeoTV, tal y como lo hizo en su momento el GDF sobre el segundo piso, pero nadie habla de esa obra tanto como en esta.
Opino que la obra de ingeniería del Senado sí tiene muchos aciertos que con el tiempo se irán valorando. Pero hoy es más redituable políticamente denostarlo que dar soluciones.
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