martes, 26 de abril de 2011

De padres y amigos... Y amigos que son padres

Para Roberto Sarabia

La mayoría de los recuerdos de mi infancia y de mi padre son fotografías en álbumes guardados en rincones de la casa. Recuerdos que muestran escenas de momentos que el tiempo y la memoria se han encargado de difuminar. La mayoría de ellos, son estampas de escenas cotidianas, de una niña -yo- con perros, con tías, con mi mamá, con abuelos. De mariposas monarca, de mi mamá, de abuelos y familiares. Más adelante se unieron las fotos de mi hermana, y de las dos juntas. Postales de niñas con sombreros de Mickey Mouse en Disneylandia, pero cada vez menos numerosas y más espaciadas en tiempo. Evidencias silenciosas de las breves presencias de un padre ausente.

He crecido viendo y analizando tipos de papás en películas y libros -hombres papás, esto es, no papás en su conjunto formado por mamá y papá-. Los padres abusivos, los ausentes, los desconocidos, los de paso.  Buscando sin quererlo uno que fuera como el mío, y otro que fuera como el que debí de tener. O de todos, hacer uno para mí, como el maniquí que hizo la princesa en “Enchanted”. Pero la verdad es que nunca lo supe armar, nunca supe juntar las piezas que había reunido a lo largo del tiempo.  Así que el maniquí se quedó en la mera idea y las piezas, guardadas en un cajón de mi memoria.

Hoy finalmente he armado ese maniquí, especialmente después de ver a un amigo muy querido -a quien dedico este escrito- ser padre y marido. La adoración que profesa a sus niños se desborda de cariño y dedicación. Es el tótem de su casa, el pilar de seguridad que los mantiene unidos. Les profesa amor a raudales, sin miedo. Es guía y amigo de su niño el más grande, quien se siente seguro y felíz para ser niño libremente. Se come a besos al más pequeño, cuidándolo y haciéndolo reír todo el día, incansablemente. Los acompaña en el descubrimiento de quiénes son y a dónde van, dándoles una mano firme en qué apoyarse y la seguridad de que estarán protegidos.

Y encima, me hacen sentir parte de su familia, yo que soy sólo una amiga. Si como tal percibo tanto cariño y tanto amor, no puedo mas que imaginarme el amor y seguridad que sienten esos pequeños.

Gracias te doy, amigo mío, por mostrarme cómo debe ser un padre. Recibe de mi parte este humilde homenaje como muestra de mi admiración y afecto.

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